La ilusión que atravesaba mi mirada, como profundos océanos infinitos, llenaba mi cuerpo de un diferente bienestar hasta ahora sentido. Pisé con la cabeza la realidad.
Y para mi ellos indiferentes, invisibles almas vagando por una península venerada. Y yo superior a ellos. Y yo sin depositar una brizna de interés. Sociedad que no desvela sueños. Mundo cruel que esconde lágrimas en riqueza. Y yo, de nuevo absorta en insignificantes problemas de adolescente.
Y cambió. Cambió el sentido de mi vida.
Como un rayo refulgente de luz infinita, los hombres negros de otro continente, incorpóreos en mi pensar, clavaron su sonrisa en mi corazón. No supe describir muy bien lo que en aquellos momentos sentí. Quizás fue amor, un amor distinto al enamorado. Una cadena de felicidad se unía a mi inerte alma podrida por un mundo injusto. Descubrí almas como yo, almas nuevas y limpias en busca de una justicia y una paz anhelada, en busca de una quimera jamás alcanzada... Todos somos iguales, todos deseamos la felicidad. Y aquí tendrán una amiga, una amiga con todas las letras, una amiga que luchará por ellos, y que recogerá en su corazón todos los buenos y malos momentos.
