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Vuelo desesperada por las galaxias infinitas de mí.

jueves, 25 de octubre de 2012

Turbio

La realidad de mi vida ahora se vuelve turbia. Ya no es algo transparente, sino que ni siquiera distingo el color. Una sonrisa. Un beso. Un abrazo. Un roce. Un brillo. Cuánto echo en falta las caricias de una piel en la mía. Las nubes pesando en mi mente. El arcoiris de un solo color rodeando mi propio existir.
Yo no sonrío. Yo no rodeo con mis brazos los individuos que me siguen. Yo no rozo mis labios con una blanca piel. Mis ojos no brillan como estrellas.
Solo es la necesidad de mi interior la que me guía. No soy yo. Es mi vida que sola se vuelve turbia.


domingo, 21 de octubre de 2012

Un sol que está perdido en un cielo nocturno.

Abre el sol sus ojos. Despeja el cielo su mente.
Una pupila azul se clava en otra verde. El paso de segundos al tiempo es infinito. Nunca termina las cuerdas de una guitarra electricamente azulada, nunca acaba aquella luz que en fondo de sus ojos se apaga. Es interminable este camino de luces oscuras, parece que todo se vuelve en mi contra. Parece ser que el sol se ha perdido en un cielo opaco, parece que el cielo se olvida de canciones absortas.

¿Y qué sentido tiene prender fuego al mundo?
¿Brillar más que el sol cuando el cielo está nocturno?
¿Amar un ángel en un infierno caído? ¿Amar un diablo en un cielo abatido?






viernes, 12 de octubre de 2012

Olvidarte

¿De qué sirve negar lo evidente?
¿De qué  sirve mirar al cielo y pensar que está cubierto de una bonita crema azul añil?
Y dime, ¿de qué sirve?

Esto no es más que una historia inventada. Una de esas en las que alguien vuela por encima del arcoiris. Es un cuento que navega por las ocasiones desesperadas de una vida longeva. Son viejas disfrazadas de princesas que bailan solitarias y abandonadas entre los brazos de hombres, cuyos miembros desean apretarse una y otra vez entre muslos carnosos.
Olvidar.

Es una canción de cuna sonando en un mundo maravilloso. Son millones de ojos cerrados y gargantas emitiendo sonidos. Son abrazos invisibles. Sí, eso es... te abrazo con los ojos cerrados, mientras mi garganta emite un te quiero solitario. Pero no es más que un abrazo invisible.
Y cada vez que mis ojos se cruzan con los tuyos veo montañas nevadas. Veo el viento frío congelado clavándose en mis pupilas.
Desapareció el calor.

Y es una historia inventada. Pero más quiera mi alma olvidar, más quisiera esta princesita maquillar su cara y vestir como esas viejas dejando ser manoseadas por millones de bocas infestadas de pecados. Dejar mi mente hacer sus quehaceres olvidando así que es un imposible.
Nada. No hay nada más después de mi etéreo abrazo.
He aprendido que no solo viste el cielo de azul, sino también de una bonita crema color hierbabuena, ¿para qué negarlo?


Dedicado a Saldaña Martín.