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Vuelo desesperada por las galaxias infinitas de mí.

martes, 4 de septiembre de 2012

Teorías incomprensibles

Y dicen los duendes que suelo bailar por los largos pasillos de una jaula perfecta. Y dicen las amapolas que mis curvas, como acordeón andante, cautivan los ojos de un ciego.
Y qué triste saber que nadie ve lo que veo. Que las nubes me observan y yo las observo. Que el sol ya no respira. Que la luna ya se ha muerto. Qué triste que todos piensen que la hermosura está cubierta de belleza; pues yo contemplo una hermosura muerta.
Las estrellas ya no me guían, solo los pezones de la Madre Naturaleza. Y de nuevo escruto con cuidado las pupilas que me observan. Profundos pozos de petróleo que comen niños arrogantes. Enormes lunas en cuyas superficies pastan pequeños elefantes. Margaritas blancas siendo camufladas en la nieve. Horizontes en vertical, absurda paradoja incoherente.
Y dice el fuego congelado del olvido que solo escucha con la mente. Y se pregunta por qué dibujamos al sol amarillo cuando ha perdido el color turgente. Qué triste el saber de ti. De tus pómulos sonrosados al atardecer de un día lluvioso. De mis ojos color ardilla. De tus ojos color aceitoso.
Un zorro camina por el desierto. Un zorro que está cadáver. En su vientre nuevo zorro nacerá. Y de este zorritos hambrientos de mi mamarán. Porque por ser madre, seré. Y por tener deformidad en mis ojos, obtendré el sabor de la belleza. Belleza que no existe, hermosura muerta.


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